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Me sentí­ raro, pero le di “Play” [ENSAYO]

Aparatos electrónicos

Me sentí­ raro.

Tantos años de avión en avión me acostumbraron a que se convertiera en prácticamente un reflejo.

No habí­a que decí­rmelo. No era necesario esperar a escuchar por medio del sistema de altavoces del avión las instrucciones. Era automático. Sabí­a lo que tení­a que hacer tan pronto la puerta de la aeronave fuese cerrada.

Pero aún así­ sentí­a que desde que se estableció la prohibición del uso de aparatos electrónicos durante el despegue y aterrizaje, la oportunidad de escuchar la música que más te gusta en un ambiente totalmente distinto a lo usual (son pocas las personas que “viven en un avión”) se habí­a quedado atrás en el recuerdo, particularmente durante mi adolescencia.

Desde que tuvimos la oportunidad de tener un dispositivo portátil de música (cassette al principio, luego CD), mis hermanos y yo tení­amos una especie de ritual. Cada uno seleccionaba una canción que, a nuestro entender, era la perfecta para el momento del despegue, cosa de lograr “escuchar lo que sentí­amos”, esto gracias a la fuerza-G que el avión genera a medida que alcanza la velocidad para levantar vuelo.

Por muchos años mi una de mis canciones favoritas que con más frecuencia escogí­a para ese momento era “The Wild Boys” del grupo británico Duran Duran. Creo que fue la que en más despegues me acompañó.

Es entonces que a principios de este siglo pasó lo que pasó, y con ello, despareció el ritual. “En estos momentos todos los aparatos electrónicos deben ser apagados…”, escuché decir a los asistentes de vuelo (que sólo cumplian con su trabajo) cientos y cientos de veces a o largo de más de una década.

Tener que dejar a un lado una de las experiencias que más recuerdo de los principios de mi vida no fue nada agradable.

Así­ pues, pasaron los años y, como todo en la vida, uno se acostumbra y hasta se convierte en rutina.

Hasta hoy.

Hoy me tocó viajar. Me senté en el lugar donde me correspondí­a y como siempre, uso mi teléfono celular pero siempre prendiente al momento en que cierren la puerta. Entonces, una epifaní­a.

Me doy cuenta de que eso que durante años me fue arrebatado por “las cosas que pasaron” recién me habí­a sido devuelto, y por fin habí­a llegado el dí­a de recibirlo: el no tener que apagar mis aparatos electrónicos. ¡Por fin puedo volver a ejecutar el ritual!

Emocionado y ansioso, tomé mi celular. “Ok, ok…¡no estaba preparado para esto! ¿Qué canción escojo? ¿Cual? ¡Cual!”, pensé, impaciente.

Tuve que detener mis rápidos pensamientos para poder llegar a la conclusión obvia: la canción que debí­a escuchar, y que jamás se habí­a borrado de mi mente (luego de tantos años) como la canción perfecta para el despegue es “The Wild Boys” de Duran Duran.

“¡Noooo!”, pensé, tras hacer una búsqueda de dicha canción en la memoria de mi teléfono y no encontrarla. Así­ es. La canción no estaba almacenada permanentemente en la memoria de mi celular, y si no la tení­a de esa forma, no iba a poder escucharla una vez cerraran la puerta del avión al no poderse conectar a internet (puedes mantener los celulares encendidos, pero en este punto, tienen que estar en “modo de avión”).

En un instante me transporté a los tiempos en que si querí­as escuchar una canción tení­as que fí­sicamente tenerla contigo. Si se te habí­a quedado el cassette o el CD, mala suerte. “¡Tanto nadar para morir en la orilla!”, dice el popular dicho.

El lamento terminó durando sólo un instante porque, después de todo, estamos en 2013 y la tecnologí­a ha hecho innecesaria dicha preocupación. Conexión rápida a internet ví­a 4G LTE y la creación del formato MP3 harí­an posible lo que décadas atrás era impensable.

En cuestion de segundos, accedí­ mi librerí­a de música en lí­nea, usé la función de “search” para localizarla, escogí­ la función de transferirla a la memoria interna de mi teléfono y literalmente en cuestiones de segundos, justo antes de que se anunciara el cierre de la puerta del avión, ocurrió. El teléfono me notificó que la canción estaba ya en la memoria interna, lista para ser disfrutada.

Y es así­ como, luego de tantos y tantos años, pude poner la canción en pausa y esperar para que el piloto movilizara el avión hasta el punto exacto. No hubo aviso por parte de la tripulación de que ” habí­a que apagar los aparatos electrónicos”. Todo estaba en perfecto orden.

Los motores rugieron, la velocidad me pegó al espaldar de mi asiento y lo hice.

Le di “play”.

Imagen: Wilton Vargas

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5 comentarios

  1. Walter
    12/13/2013 | 8:11 am a las 8:11 am —

    Fantástico! Desde cuándo esto se convirtió en norma, el hecho de no tener que apagar? Acabo de viajar a USA el mes pasado y todo seguí­a igual.

  2. Darwin
    12/12/2013 | 4:27 pm a las 4:27 pm —

    Priceless

  3. User
    12/12/2013 | 2:32 pm a las 2:32 pm —

    Yo nunca los apagaba anyways… jaja!

  4. Ivonne Nuñez
    12/12/2013 | 8:42 am a las 8:42 am —

    Ya lo habia vivido y lo acabo de revivir con tu experiencia!!

  5. Rafael
    12/11/2013 | 11:07 pm a las 11:07 pm —

    Me sentí­ que estaba en el avión! Mucho éxito en el blog!

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