Imagina un lugar tan silencioso que podrí­as escuchar tu corazón latir sin necesidad de un estetoscopio.

Un lugar donde todo es tan controlado (temperatura, iluminación, dimensiones, etc.) que podrí­a considerarse mágico porque todo es perfecto.

Yo he estado en ese lugar.

Como parte de la explicación que hoy Apple dió en relación a cómo diseña sus productos, tuvimos la rara oportunidad de ver un área dentro de Apple que mucha gente no ha visto, aún trabajando en la compañí­a.

Se trata de las cámaras anecoicas (“anechoic chamber”) que la compañí­a construyó hace unos años a un costo de más de US$100 millones de dólares.

¿Para qué sirve esto? Desde el diseño de bocinas (parlantes o bafles) hasta, sí­, teléfonos celulares, equipos Bluetooth y sistemas Wi-Fi, una cámara anecoica provee las condiciones controladas necesarias para llevar a cabo pruebas cientí­ficas que determinen de manera exacta cómo reacciona un sistema ante cierto tipo de condiciones recreadas dentro de estas cámaras o cuartos.

Permite que los ingenieros puedan decir: “Ok, ¿y si ponemos esto así­, que sucederí­a?”, o “si cambiamos el diseño y lo aumentamos .000000027″, ¿cómo funcionarí­a?”, y mil variaciones más que sólo podrí­an surgir de la inmensa curiosidad que guarda el cerebro de un buen ingeniero. Aunque costosas, estas cámaras ahorran miles de millones de dólares a las compañí­as previniendo que los productos no funcionen como se suponen. Bueno, se supone.

¿Cómo se todo esto? Porque he estado en una cámara anecoica.

En 1997, como parte de mi trabajo en la compañí­a de electrónica para el consumidor Kenwood, visité las oficinas principales de esta en Long Beach, California, EE.UU. Durante mi adiestramiento y certificación como “Professional Certified Advisor-Digital Technology” me tocó pasar un rato en una de estas cámaras.

Por poco me muero. El lugar era tan extremadamente silencioso que precisamente me asustó un poco el poder escuchar los latidos de mi corazón sin amplificación ninguna. Así­ es. Aún se me erizan los pelos de lo impresionante que es escuchar “tun tun, tun tun, tun tun, tun tun” sin audí­fonos ni micrófonos puestos en tu pecho. Así­ de perfecto es eso ahí­ dentro.

Así­ pues, es menester deleitarse con ver el dinero bien invertido de los accionistas de Apple en estos fantásticos lugares donde los ingenieros son reyes.